Momentos incómodos los que se están viviendo esta semana en el núcleo de la familia Quiñones, naturales de Ciudad Real. La abuela se ha muerto y ha quedado en “Escribiendo…” en el grupo familiar, lo que sin duda está dificultando sobrellevar el duelo. “Durante el entierro era muy violento verla dentro de la caja y al mismo tiempo en el grupo de Whatsapp escribiendo, quién sabe si sus últimas palabras”, se sincera una de sus hijas.
Ruperta Márgarez, de 87 años, siempre tardaba mucho en redactar los textos de Whatsapp debido a la brecha tecnológica y a su torpeza con las manos temblorosas, pero el hecho de morirse a la mitad de un mensaje ha provocado mucha incomodidad entre sus seres queridos. “Nos preocupa que se haya ido al otro mundo con asuntos sin terminar y que intente comunicarse desde el Más Allá en el chat familiar”, reconoce su hijo mayor. “No tenemos ni idea de qué querría decir, llevaba días escribiendo una respuesta a la foto de una sobrina”, añade.
Algunos nietos esperan que en cualquier momento la señora le dé a enviar y publique el testamento. “La abuela falleció hace seis días, pero ha llegado a estar más tiempo escribiendo sin enviar ningún mensaje al grupo”, aclaran. La familia la ha enterrado con el móvil por si acaso se anima a añadir alguno. “Ahora tendrá toda la eternidad para encontrar las letras en el teclado”, argumentan.
La abuela era muy querida en la familia porque fue ella quien reenvió la cadena de mensajes que les permitió a todos seguir usando Whatsapp de manera gratuita. “Ese es el gran legado que nos dejó”, explican solemnemente sus hijos.