Tras la puesta en cuestión de su modelo laboral, la empresa Glovo ha empezado a atar mochilitas de reparto, pizzas, bandejas de sushi y móviles a algunas palomas mensajeras especialmente entrenadas para ejercer de falsas autónomas y sustituir, a la larga, a sus actuales riders. “Nuestra empresa se caracteriza por la innovación tecnológica pero también por la recuperación de tradiciones como el uso de palomas mensajeras y la costumbre de no querer contratar a nadie” explicaba ayer Oscar Pierre, CEO de Glovo y colombófilo.
Según Glovo, sus palomas (bautizadas como air riders) van directas del palomar al restaurante y del restaurante a la casa del cliente, en línea recta y sin importar el tráfico que haya, con velocidades que alcanzan hasta los 90 kilómetros por hora, siendo capaces de atravesar el país en un único día, si no se pierden. La compañía ha pedido, eso sí, que los usuarios no utilicen el servicio para pedir encargos demasiado grandes o demasiado pesados.
“La pizza me ha llegado sin la base porque la paloma se la ha comido por el camino”, lamentaba un usuario esta mañana en Twitter, quejándose de que el pedido había llegado con tres días de retraso y que, además, le ha resultado muy difícil echar al pájaro de su domicilio. Algunos conductores también han expresado su malestar por el obstáculo que supone conducir por carreteras que ya se han llenado de palomas cayendo a plomo sobre el asfalto a causa del peso de sus cargamentos.
Dolores Parmalat, directora en España del grupo animalista PETA, ya ha publicado un comunicado exigiendo que Glovo pague a sus palomas con migajas, como hacía con sus anteriores trabajadores.