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Una joven con una ouija llama más a su abuela ahora que está muerta que cuando vivía

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Higinia Robledo falleció hace un mes a los 86 años y, desde entonces, su nieta Carla contacta con su espíritu unas dos o tres veces por semana, cuando queda con sus amigos para disfrutar de una sesión de ouija. La anciana asegura desde el Más Allá que habla mucho más con ella ahora que cuando vivía, y su comunicación, aunque esté basada principalmente en monosílabos, es mucho más fluida. «Si lo sé me muero antes», admite Higinia.

«Abuela, ¿quieres que te cuente cómo fue al final lo de la chica esa del Tinder?», pregunta Carla en su habitación a oscuras, más concentrada que cuando hacía ver que escuchaba a su abuela en las comidas navideñas. «Ha dicho que sí», confirma después de que el espíritu haya desplazado el vaso por la tabla. La sesión de espiritismo se alarga más de dos horas, durante las cuales la joven comparte confidencias y visiones de la vida. «Es verdad que hablo más con ella ahora, pero también porque me interrumpe menos», argumenta.

Higinia se ha ofrecido a poseer el cuerpo de su nieta para tejerle un jersey, a lo que Carla, por el momento, se niega. «Son palabras mayores, yo no domino el tema de las posesiones», razona. Confiesa poco después que «el rollo jersey de lana a mí no me va». Lo que sí suelen hacer juntas es ver el programa «Cuarto Milenio», que según Carla «no debe de andar desencaminado» porque su abuela no deja de repetir «Sí, sí, sí» cada vez que habla Iker Jiménez. «En esto no ha cambiado nada, es imposible ver la tele sin que esté todo el rato comentando», explica la nieta.

Con quien Carla sigue sin apenas hablar es con su abuelo, el marido de Higinia, aún vivo. «Está sordo como una tapia, estoy deseando que se muera para no tener que repetirle las cosas diez veces», declara la joven.

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