Consciente de que le iba a resultar imposible acabársela toda, Jesús Villalobos, un niño de Barcelona, se ha rendido y ha pedido un táper en un parque para llevarse toda la arena que no se ha podido comer. “He conseguido vaciar la esquina derecha, pero mi estómago está a punto de reventar”, se ha sincerado.
“Cada vez echan más arena en los parques”, ha denunciado el crío. “Es una pena que se pierda todo eso”, ha dicho señalando una zona de arena clara justo debajo de los columpios. Sus padres le han reprendido alegando que, si no se hubiera comido tantas jeringuillas, colillas de cigarrillos y excrementos de perro, no se habría llenado tan rápido.
Nada más recibir el táper con la arena, el niño ha dicho que es para el perro para disimular, pero su intención es empezar a comerse la arena a la hora de la cena. “No la pienso ni calentar en el microondas”, ha reconocido.
Debido a los niños que se comen la arena, cada vez más ayuntamientos están colocando suelos de caucho en los parques. “Antes los niños usaban la cuchara del yogur para comerse la arena, ahora si quieren comerse el caucho tienen que venir con cuchillo y tenedor”, reconoce un portavoz del Ayuntamiento de Barcelona.
No es la primera vez que Jesús tiene problemas para acabarse la arena. En el último viaje familiar al Caribe, el niño sufrió un empacho tan grande que tuvieron que volver a España con dos semanas de antelación.