Una figura del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, fue quemada y fusilada este domingo en la plaza principal de Coripe (Sevilla). Desde entonces, más de 1.400 muñecos con la imagen del exmandatario catalán -luciendo su típico peinado, traje oscuro, un lazo amarillo y una estelada como capa- se están desplazando desde numerosos puntos del país en dirección a Francia, desde donde planean huir hasta llegar a Bélgica. Allí esperan que su líder de carne y hueso los esconda y los mantenga a salvo.
«Iba conduciendo con la ventanilla del coche bajada y se me ha colado el muñeco ese de cartón. Tenía una expresión de terror tan conmovedora que he tenido que ayudarlo a cruzar la frontera, se me encogía el corazón», comenta uno de los ciudadanos que ha colaborado para salvar a uno de esos muñecos «de acabar enterrado en una cuneta».
Desde su residencia en Waterloo, Puigdemont ha reconocido que «cuantos más Puigdemones haya denunciando la represión fascista en Europa, mejor», y se ha mostrado sorprendido al comprobar que «hay miles de muñecos catalanes represaliados en España, y quién sabe si se están quemando figuras de Quim Torra o de Oriol Junqueras en otras zonas del país».
La Generalitat se ha comprometido a dar asilo a los muñecos que no puedan escapar hacia otros países más democráticos. También planea replantar todos los lazos amarillos que fueron arrancados brutalmente «por las fuerzas represoras y los enemigos de la libertad».