Desde el uno de octubre de 2017, la pila de platos en el fregadero de Antonio Romero Sancho no ha dejado de crecer. Este antidisturbios con estrés postraumático se niega a fregar la vajilla desde que fue atacado con Fairy por un grupo de ancianas independentistas en la puerta de un colegio electoral.
“Cuando cierro los ojos puedo ver la espuma blanca avanzando hacia mí”, asegura envuelto en sudores. “Hay burbujas que todavía no he conseguido olvidar”, se sincera. “Muchas noches me despierto entre gritos, las pesadillas son tan reales que hasta puedo oler el jabón”, continúa. “No he vuelto a pisar la sección de limpieza de los supermercados, tampoco un colegio, simplemente no estoy preparado”, añade.
Romero Sancho, de 32 años, fue atacado con ‘la trampa del Fairy’ durante la celebración del referéndum de Cataluña, cayendo al suelo y sufriendo heridas leves. “Si hubieran utilizado Fairy Ultra en lugar del normal, yo no estaría aquí para contarlo”, asegura con la voz quebrada.
Desde ese día, Sancho se ha negado a fregar un solo plato y ha impedido que nadie de su familia lo haga. “No puedo dejar que se acerquen a la botella, no puedo dejar que vivan el mismo infierno que viví yo”, expresa. Su familia ha tenido que empezar a comer con cubiertos de plástico, algo que les resulta bastante molesto.
“He tratado de convencerle de que fue un resbalón puntual, pero se niega a escucharme, desde que volvió de Cataluña es otra persona”, lamenta su mujer. “Ni un catalán llevaría a cabo jamás ‘la trampa del Fairy’ porque es el jabón más caro que hay. Los catalanes son más de ‘la trampa del Lavaplatos Bonpreu’ o de ‘la trampa del jabón Hacendado’”, trata de explicar sin que su marido atienda a razones.
“No volveré a vivir en paz hasta que los responsables de esto se pudran en la cárcel”, concluye el antidisturbios.