Un estudio encargado por el Ministerio de Sanidad ha confirmado esta semana la tendencia creciente por parte de la ciudadanía española a requerir los servicios de un médico en locales de restauración en vez de recurrir a los hospitales. Es muy habitual oír la frase «¿Algún médico en la sala?» en bares y restaurantes de todo el país, lo cual preocupa al gremio de la hostelería, pues muchos clientes irrumpen en los restaurantes para ser atendidos médicamente y ni siquiera consumen. En los ambulatorios, en cambio, se respira un ambiente más relajado de un tiempo a esta parte.
«El facultativo está mucho más concentrado porque trabaja bajo la mirada del resto de comensales, también está más relajado porque se encuentra en su tiempo de ocio y acompañado normalmente por amigos o su pareja, a la que quiere impresionar. No hay color», razona Roberto Lisandro, uno de los miles de españoles que defienden que «el restaurante es el mejor servicio de urgencias que hay».
Amalia Ronda, de 53 años, lleva veinte minutos esperando mesa en el asador Los Arcos, en Valladolid, y también un trasplante de riñón. «Me han dicho que espere en la barra tomando algo y que, probablemente, el órgano llegue antes que el primer plato», explica. «En urgencias no te sirven copas mientras esperas», argumenta, y añade que «me acaba de decir el camarero que tienen una reserva para seis en una de las mesas del fondo y creen que entre los clientes hay uno compatible».
Sanidad ha empezado a recibir ya las primeras quejas porque «el número de médicos en la sala empieza a ser insuficiente», por lo que muchos exigen al Gobierno que los profesionales de la salud «dispongan de más dietas e incentivos para comer fuera de casa y del hospital».
El estudio también señala que las actrices de cine pornográfico disfrazadas de enfermera empiezan a dedicarse al cuidado de la gente mayor, asumiendo así parte de la carga de trabajo que hasta ahora correspondía a las enfermeras profesionales.