«Se ha tragado un tornillo. Lleva diez minutos tosiendo. Dos añitos». Con estas palabras compartía la madre del pequeño Antonio Lozano su asombro al comprobar que su hijo ya muestra signos de idiocia con apenas dos años de edad. «Es solo un bebé y ya intenta abrir la puerta golpeándola con la cabeza, tan pequeño», insiste la mujer.
Aunque hace esfuerzos por no compartir todas las gestas del bebé para no saturar a sus amigos y familiares, la madre confiesa que la rapidez con la que su retoño adopta «comportamientos estúpidos propios de un adulto estúpido» es pasmosa. «Cada vez empiezan antes a hacer el idiota», dice mientras retira la baba del crío con un pañuelo. «Ves que te mira fijamente cuando hablas y sus ojos lo delatan: no entiende un carajo de lo que estás diciendo», apunta.
«Si llega vivo a la edad de escolarizarlo, puede que tenga que empezar yendo a clases de refuerzo», comenta, aunque reconoce también que «es típico de los padres creer que su hijo es especial, en realidad hay muchos bebés idiotas, pero yo no puedo evitar pensar que el mío lo es más de lo normal».
Los expertos advierten de las dificultades que entraña una idiocia precoz. «Lo llevas al parque y prefiere jugar con los perros que con los niños, y son cosas que hay que corregir porque, aunque sea muy tonto para su edad, al final tendrá que integrarse como el resto», argumenta la madre de Antonio.