Como cada mañana a estas horas, el Señor, el Divino Creador del Universo, se pasea por su Reino a fin de recoger todos los globos que se les han escapado a los niños y que, por lo tanto, se acumularon en el techo del Cielo, su hogar, durante el día de ayer. Diciendo que es “un auténtico coñazo pero es lo que hay”, Dios lamenta que cada día tenga que repetir la operación.
El Todopoderoso no se ha planteado interferir en la providencia y hacer desaparecer los globos con un chasquido de dedos porque es “un profesional de lo mío”. Lo malo, según dice, es que ni siquiera puede descansar el domingo porque, si deja que los globos se acumulen en el techo -el límite mismo del Universo detrás del cual no hay absolutamente nada-, su hogar se vería sucio y desordenado, algo que no es propio del Demiurgo.
Aunque Dios disfruta haciendo estallar los globos entre sus manos para que dejen de flotar, lleva años enviando al infierno a todos los niños propietarios de esos globos.