Diciendo que “el trato de tú a tú no va a cambiar”, el Gobierno de Pedro Sánchez ha querido tranquilizar a los españoles más ricos que temen que, con la subida del salario mínimo a 950 euros, ya no puedan seguir tratando como la mierda a las cajeras del supermercado, los mensajeros o al personal de limpieza de los hoteles.
“Que no haya alarmismos. Que ahora cobren más no implica para nada que sea necesario mirarles a los ojos o aprenderse sus nombres”, explicaba un portavoz del Ejecutivo esta mañana. “Pese al aumento el efecto en las relaciones interpersonales no va a notarse”, insistía.
Tras el anuncio de la subida pactada, las alarmas sobre la destrucción de puestos de trabajo saltaron desde la patronal. Desde la CEOE han afirmado que “puede llegar un momento en el que la gente tenga que ir al Starbucks saludando a todo el mundo o que la recepcionista te conteste de malos modos”. Pese a todo, muchos analistas reconocen que no hay evidencias empíricas que respalden estos temores.
La desigualdad sigue siendo tan flagrante que los pobres seguirán siendo cucarachas a ojos de todos, con la salvedad de que “subir el sueldo mínimo interprofesional permite despreciar con menor cargo de conciencia” y, por ejemplo, hace viable gritar a un empleado de Media Markt “y aún así salir de allí como un señor”.
El Gobierno también ha querido tranquilizar a los ciudadanos aclarando que la subida de impuestos a las rentas superiores a 130.000 euros tampoco implicará que los pobres dejen de tratar a los ricos como personas mezquinas que les han robado todo lo que tienen.