El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha despertado esta mañana y, al mirar por la ventana de su residencia, ha visto unos grandes barrotes tapando parte del paisaje. Sus asistentes le han confirmado poco después que, desde esta madrugada, una gran jaula de hierro cubre la Casa Blanca, de la que no se puede salir.
Los gritos de desesperación del mandatario no han trasladado la inquietud a la sociedad americana, que ha recibido la noticia con cierto alivio. «Ya saben cómo es, un actor que reacciona teatralmente a todo», apuntaba un periodista de The New York Times hace unas horas, quitando hierro a la indignación de Trump, separado también de sus familiares. Aunque no se sabe aún quién es el responsable del encierro del presidente, hay poco interés por desmontar la jaula por el momento.
Según parece, el móvil del presidente se encuentra en una estancia separada de la jaula en la que está Trump, por lo que la red social Twitter está disfrutando por primera vez en mucho tiempo del silencio del mandatario.
Hace una hora, Trump ha prometido que firmará una medida «en un rato» para afrontar el problema de la separación de los niños inmigrantes de sus padres en la frontera sur del país, que ha generado numerosas críticas en el país y el mundo. Se trata de un intento desesperado de ganarse el favor de aquellos que han decidido encerrarlo a cal y canto para proteger a la población estadounidense.