A veces es mejor estarse quieto y en otras es mejor que no, es mejor estar en movimiento. Movimiento como el suyo, el del francés Arnaud Demarre, del equipo LFJ, cuyo beneficio ha sido mejor cuanto peor y más accidentado ha resultado su primer triunfo en este Tour de Francia.
Caídas en diferido de este señor que, sin embargo, ha logrado pedalear rápido aventajando al vecino, el noruego Kristoff, y también al señor Sagan, posteriormente descalificado tras cerrar el paso de un codazo al británico Mark Cavendish. No fue cosa menor. Dicho de otra manera: fue cosa mayor. Constituyó una grave afrenta a la estabilidad de la competición que, a buen criterio de la justicia, es el que quiere que sea expulsado el ciclista. Máximo respeto para las decisiones que tomen los jueces. Lo más importante que se puede hacer por el ciclismo es lo que el ciclismo puede hacer por el ciclismo: pedalear y no tolerar bajo ningún concepto agresiones dirigidas a cuestionar la unidad constitucional del pelotón.
Finalmente, pues, como digo, salvo alguna caída, Demarre sigue ostentando un firme liderazgo y el segundo, Kristoff, ya tal.
En la general, ningún cambio al fin de la cita, como ustedes comprenderán. Geraint Thomas (Sky) sigue en lo más alto de la clasificación y ni las caídas ni los desafíos de una minoría violenta han impedido que los ciclistas hagan cosas.
Verdaderamente notable el belga Van Keirsbulck, que realizó una fuga en solitario de 190 kilómetros, aunque uno no siempre consigue lo que se propone.