La Policía Nacional detuvo ayer al exhibicionista emocional que aterraba a los estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca desde hacia varias semanas. El arrestado, Ximo Villalba, se situaba en la puerta del edificio, ataviado con una gabardina. Cuando se acercaba una víctima, la asaltaba explicándole que nunca se sintió querido durante su infancia.
El perfil de los asaltados siempre era similar: estudiantes de primero de Psicología que aún no tenían los conocimientos básicos como para tratar una carencia emocional de tal calibre. «Me dijo que su padre siempre estaba ausente», explica M. L. con lágrimas en los ojos. «Su madre tenía que sacar la familia adelante, y eso se traducía en una relación distante, basada en la indiferencia y la frialdad», añade. Sin las herramientas necesarias para tratar el caso, las víctimas huían despavoridas a la biblioteca de la facultad, en busca de ensayos freudianos para aliviar el pesar del exhibicionista.
Hace diez días, el pervertido estuvo a punto de ser cazado por una estudiante de segundo ciclo, que pudo zafarse del ataque cuestionándole si en realidad no estaba proyectando sus carencias adquiridas en la figura paterna. Villalba, tras sentir que quizá había caído en un proceso de introyección, incorporando a su psique rasgos característicos de la personalidad de su padre, huyó corriendo de la escena del crimen.
Ante los constantes episodios de acoso emocional, el profesorado de la facultad aconsejó a los alumnos llevar siempre consigo una magdalena. En caso de ser asaltados, la podrían mostrar al agresor y escapar, provocándole una regresión proustiana de manual.
Tras pasar su primera noche en el calabozo, Ximo Villalba ha tenido que ser aislado del resto de presos. «En nuestra cárcel hay una amplia población de latinos conductistas. Se hacen llamar Discípulos de Skinner», declara un funcionario de la prisión de Salamanca. «Amenazaron a Villalba con enseñarle conductismo a hostias», dice.
Sin embargo, fuentes cercanas a Villalba aseguran que éste está tranquilo. «Para un seguidor acérrimo de Freud, las duchas de la cárcel son una fuente de primera mano para interpretar símbolos fálicos», asegura su hermana. «Se va a hartar de símbolos fálicos…», agrega.