Dedicar gran parte del día a ponerse en forma en un gimnasio rodeado de gente completamente sudada en un ambiente frío en el que se somete al cuerpo a grandes esfuerzos prolonga la vida de las personas al tiempo que incrementa sus ganas de que esta vida se acabe, según un estudio de la Universidad de Princeton difundido hoy.
«El ejercicio regular evita problemas cardiovasculares y otras muchas amenazas para la salud, fomentando una vida larga y horrible», sentencian los investigadores, que añaden que «el consumo de alimentos saludables como las verduras y las dietas bajas en grasa también contribuye a tener una vida aburrida y que parece que no se acaba nunca».
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió hace seis meses del daño que provoca hacer ejercicio a la autoestima de las personas, que se visten con mallas ajustadas y zapatillas de colores chillones que confieren al afectado un aspecto grotesco e indigno.
«Actividades saludables como por ejemplo la bicicleta estática o la elíptica generan la sensación de que todo esfuerzo conduce a la nada, pues no se vence la sensación de inmovilidad, y la idea de quemar calorías se convierte en el único objetivo del ser humano, empobreciendo su existencia y convirtiéndolo en esclavo de sí mismo», apunta el estudio.
El auge de los «runners» es también motivo de preocupación por parte de los expertos, pues conduce también a alargar la vida de personas que hacen como que corren mientras esperan que un semáforo se ponga en verde. «Son personas valiosas que acaban convertidas en meros peleles pendientes de los numeritos que aparecen en un teléfono móvil, de los cuales depende su autoestima», argumentan los especialistas.
La investigación recomienda limitar las visitas al gimnasio para evitar que «una vida tirada por la borda se prolongue más de lo deseado».