Un grupo de sociólogos de la Universidad de Maryland ha presentado hoy en público a José Ramón Ordóñez Hurtado, el último ejemplar de ser humano que aún sigue usando la expresión “Ola k ase”.
“Cuando nos llegó el rumor pensábamos que sería falso. Sin embargo, fuimos a un bar de su pueblo y allí estaba, hablando por teléfono y diciéndole la frase a su interlocutor mientras se comía un bocadillo” cuenta aún sorprendido Michael Stuart, director del equipo de investigaciones sociológicas.
«Inmediatamente lo sedamos y lo capturamos con una red para transportarlo a nuestro centro de estudios», explica. «En sueños iba gritando ‘Quietorl, quietorl’ durante el trayecto», añade el experto.
La medida, que ha enfurecido a ciertos grupos defensores de los Derechos Humanos, es según Stuart un mal necesario. “Este hombre es historia viva. Si lo mantenemos en cautividad es precisamente para protegerlo y poder estudiarlo a fondo”, argumenta, aunque reconoce también que otros factores influyeron a la hora de mantener a Jose Ramón en una jaula. “Podría provocar un rebrote de la expresión que acabara de nuevo en epidemia y no podemos poner en riesgo al resto de ciudadanos”, alerta.
Durante días, se ha sometido a José Ramón a rigurosos estudios de los que Stuart y sus colegas de departamento comienzan a sacar conclusiones. “Notamos que José Ramón también usaba otras expresiones pasadas de moda: el ‘que pa que pa que paaaaacha’ de Crispín Clander, el ‘no siento las piernas’ de Santiago Urrialde imitando a Rambo e incluso, cuando se siente amenazado, se pone el meñique al lado de la boca y dice ‘soy maligno’ imitando al malo de Austin Powers, en un claro intento por amedrentarnos”, relatan los especialistas.
La causa, según Stuart, podría ser una falta absoluta de gracia natural que el organismo de José Ramón ha sabido suplir con una fascinante capacidad para memorizar expresiones absurdas o divertidas que repite hasta la saciedad. “En términos científicos, José Ramón es lo que definimos como ‘Cachondo mental de barra de bar en fase 4’”, dice Stuart.
De momento, el futuro de José Ramón es incierto. “Hemos pedido una subvención para construir aquí en el laboratorio una reproducción del bar de su pueblo, imitando su hábitat natural. El objetivo es seguir estudiándolo y que él pueda decir todas las gilipolleces que quiera sin molestar a nadie», explica el sociólogo.
Por su parte, los vecinos de José Ramón en Villalpando han difundido una petición en Change.org bajo el lema “Que no nos traigan de vuelta a ese gilipollas al pueblo, por favor”.