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Niño violento lamenta que los videojuegos se lleven todo el mérito

REIVINDICA "EL SELLO PERSONAL" DE CADA UNA DE SUS AGRESIONES

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Alvarito Bosch, de 10 años, ha impugnado esta mañana el diagnóstico de su psicóloga y orientadora escolar, que en un informe dirigido a los padres del niño asegura que la nefasta influencia de los videojuegos es la responsable de la conducta violenta del crío.

«Cada acto violento llevado a cabo por mí, desde morderle la mejilla a mi hermana hasta arrojar el plato de macarrones contra el ventilador, surge de una planificación previa en la que intento ser innovador y creativo», ha argumentado Bosch.

«No niego mis influencias, de hecho las reivindico, pero reducir mis actos a una conducta meramente imitativa es injusto, simplista y poco profesional», ha añadido.

El niño insiste en que «las películas, los cómics y los videojuegos son un mero punto de partida» y pide que se valore «mi capacidad para llevar a mi terreno los arrebatos violentos, aportándoles un sello personal».

Bosch asegura asimismo que «mis padres y mis profesores siempre han estimulado mi creatividad, por lo que sería injusto también para ellos atribuir mis agresiones de forma exclusiva a la influencia de los videojuegos».

Según el niño, no existe ningún videojuego «que te enseñe a esconder una cabeza de gamba en un bolso». Este tipo de maldades, reitera, «forman parte de lo que los expertos llaman pensamiento lateral».

Pese a los argumentos increíblemente bien articulados del niño, los padres de Alvarito se han negado a levantarle el castigo a su hijo, declarando que «aunque los videojuegos no tengan toda la culpa, tampoco ayudan a que esté calmado, así que nada de jugar a la consola».

Frustrado al comprobar que «de nada sirven los razonamientos y las explicaciones fundadas», Alvarito ha arrojado su Play Station por la ventana y, rabioso, ha reivindicado la acción señalando que «ningún videojuego me animaría a tirar la consola por la ventana porque se acabaría su negocio, así que tendréis que buscar otra excusa o aceptar que el mérito es mío y solo mío».

Encerrado a la fuerza en su habitación, el niño ha seguido exigiendo que se le considere «un psicópata de libro» y no «uno de esos niñatos mediocres que copian lo que hacen los demás».

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