Un helicóptero de Durex con varios agentes negociadores está sobrevolando en estos momentos tu domicilio con el fin de liberar los doce condones inmaculados que retienes en el cajón de tu mesita de noche desde 2006.
«Déjalo ya», te han gritado a través de un megáfono desde el helicóptero, rogándote que cedas esos preservativos a alguien que vaya a usarlos y les dé una vida digna. «Quieres follar pero lo único que haces es hundirte», han insistido.
El fabricante de condones espera que entiendas que poseer una de sus cajas no va a hacer que consumes el acto sexual. «El bote de lubricante nos da igual porque siempre puedes utilizarlo para lubricar las bisagras de la puerta de la cocina, que hace ruido, pero esos doce condones que no han conocido varón tienen derecho a desempeñar la función para la que fueron creados», argumenta Durex.
«Parecía un chico muy normal y muy sano, siempre saludaba», ha declarado a los medios tu vecina del cuarto derecha. «A veces le veo con una chica, no lo entiendo», ha añadido sin saber que Laura es tu hermana.
Los agentes negociadores de Durex piden que seas razonable y que no hagas ninguna locura. «Suéltalos uno a uno, no te va a pasar nada», dicen. Están dispuestos a cambiarte la caja por un pen drive con porno.
Nadie conoce aún la existencia del condón número trece, que resiste atrapado en tu cartera desde hace tres años, aplastado entre tus tarjetas de crédito sin saldo.
Decathlon te mandará esta tarde un comando de excursionistas que intentarán rescatar el calcetín que llevas en los calzoncillos para que haga bulto.