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Una película normal gana un festival de cine francés

EL JURADO APLAUDE "SU ATREVIMIENTO AL USAR EL TRÍPODE"

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Una película que se entiende y que no cuenta movidas raras se hizo ayer con el primer premio del Festival International du Film de Brest. Los miembros del jurado agitaron sus foulards para celebrar el atrevimiento del director, Philippe Favre, al apostar «por la ruptura radical de los cánones establecidos del cine que rompe los cánones establecidos».

«Los personajes se expresan con tanta claridad que, en algunos momentos, te olvidas de que la película está en francés», admite el crítico de cine Gérard Rémirons. «El francés es mi lengua materna pero hasta ahora no me había dado cuenta de que podía entenderse tan bien algo expresado en este idioma», añade.

La decisión del director de rodar «en plan normal, sin ir de guays» sorprendió al público de un festival acostumbrado a premiar propuestas oscuras en las que un filete significa la muerte de las ideologías o dos personas se besan y luego ella llora y él le susurra algo en alemán y ella le pega y luego se acuestan y luego resulta que ella era la madre de él y todo era un sueño pero no de él, sino del propio espectador, que es un reflejo de la Europa azotada por el nazismo.

«Julie se enamora», que cuenta la historia de un chica llamada Julie que se enamora, se atreve por primera vez en muchos años a prescindir de simbolismos y se conforma con que el espectador se identifique con la protagonista y con los conflictos a los que ésta debe enfrentarse.

«Hay que tener agallas para hacer una película entretenida y ya está», admite el jurado, que señala «la locura de rodar con trípode» como la mayor excentricidad de Favre, un cineasta «que ha venido a remover los cimientos del cine que remueve los cimientos».

Philippe Favre reconoce que nunca aspiró a ganar el primer premio de este festival. «Fue cosa del productor, que se empeñó en mandar la cinta a todos los festivales europeos, sin importar sus características», declara. En su discurso de agradecimiento, el director no aludió a temas políticos ni sociales, se limitó a dar las gracias al jurado y a expresar su alegría al comprobar que su película había gustado a la gente. «¡Puto loco!», gritó un sector del público, que interpretó el «alarde de normalidad» del galardonado como una provocación en toda regla.

En una entrevista para «Cahiers du Cinéma», el premiado señala la dificultad que entrañó la dirección de actores. «Costó hacer entender a los actores que debían aprenderse el guión y decir en pantalla lo que estaba escrito en él, con el tono y el estado de ánimo indicado en las acotaciones. Muchos de ellos no habían leído nada nunca, solo les habían enseñado a llorar y a dar bofetadas», asegura.

«Es tan normal como su obra. Lo que dice tiene tanta coherencia y tiene tanto sentido como las historias que rueda. No sé, parece venido de otro planeta que no es Francia», sentencia Gérard Rémirons.

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