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Se hace butanero «para follar»

"AQUÍ ESTOY, MADRID, PARA DARTE CALOR", ANUNCIA

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Sergio Riplas, madrileño de 34 años, dejó la semana pasada su puesto de informático en una multinacional para incorporarse esta misma mañana en su nuevo trabajo de repartidor de butano con el único objetivo de «follar».

«Hace un frío de pelotas aquí en Pozuelo, pero espero entrar en calor pronto. Tú ya me entiendes», aseguraba hoy a las cinco de la mañana mientras intentaba descargar una bombona del camión haciendo palanca con un palo para no mancharse el chaqué alquilado «que me hace irresistible».

«Es que no veas cómo pesa la puta mierda esta. Lo que hay que hacer para pillar hoy en día, ¿eh?», confesaba.

Al cabo de dos horas, el chaqué de Sergio ya estaba lleno de manchas de grasa y el gel fijador del pelo se había mezclado con las gotas de sudor que empapaban su frente.

«Al final he claudicado y me he puesto el mono naranja porque es lo que a las tías les pone. Les mola que estés todo sudado. El problema es que me duele tanto la espalda que les tendré que pedir que se pongan ellas encima», explicaba tras el reparto de cuatro bombonas de 25 kilos cada una.

«Mi soldadito sigue esperando que empiece la batalla del amor porque las primeras tres clientas eran viejas y el último era un idiota con un bebé. Paciencia, que es el primer día», se decía a sí mismo.

Ya a las diez de la mañana, la desesperación hacía mella en el repartidor novato. «Casi me mato subiendo una bombona a un sexto sin ascensor. Al final me he hartado y me he hecho una paja en el descansillo del tercer piso», admitía.

Al cierre de la edición, Riplas seguía sin consumar el acto amoroso y empezaba a pensar que «las tías de hoy en día se han pasado al gas ciudad porque, si no, no lo entiendo».

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