Intentando concienciar sobre el problema, un analista de pie ante la nevera ha informado a gritos que las reservas actuales están al 10% de su capacidad y que durarán 2,3 días si no se reduce el ritmo actual de consumo.
«La desertización de la nevera avanza imparable y amenaza ya a más del 70% de su contenido, pero sus efectos serán irreversibles para el viernes cuando, una vez consumido el último huevo, el interior del refrigerador no sea más que un vasto páramo helado», ha declarado el analista gritando a sus compañeros de piso. “A no ser que alguien vaya a comprar, claro”, ha sentenciado.
«El piso compartido va a convertirse en una lucha por la supervivencia si no vamos a comprar», asegura un analista
“Mis estimaciones son optimistas porque el riesgo de que la nevera colapse antes es muy elevado, a no ser que alguien baje al súper ahora”, ha añadido.
Según ha explicado mientras abría los cajones de las verduras, lo más probable es que hoy miércoles se agoten el tomate frito y el beicon cuando alguien se prepare unos macarrones, que mañana jueves se acabe con las verduras “y que el viernes no quede nada en absoluto si nadie hace la compra”.
“A lo largo de estos días, iremos comiéndonos las lonchas de pavo en plan picoteo y alguien acabará con los melocotones que llevan ahí desde junio; luego, cuando ya estemos desesperados, nos comeremos los yogures”, ha explicado el analista.
“¿Pero qué haremos cuando hayamos acabado con el último yogur? ¿Qué haremos cuando ya no quede nada? ¿Haremos la compra entonces?”, ha agregado.
También hay una especie de botella con forma de limón que contiene algo parecido a zumo de limón y que sirve para aderezar los lenguados. «Es posible que, una vez la nevera se convierta en un páramo sin rastro de alimentos, podamos esquivar el escorbuto durante unos días bebiendo ese líquido», ha comentado el experto.
«A no ser que alguien levante los huevos del sofá y vaya a comprar, claro”, ha insistido.
