La dirección del Centro de Salud Mental Santa Margarida de la Cabeza ha decidido dar el alta a seis de sus internos al comprobar que están totalmente recuperados después de que otro de los pacientes, Isaías Dios-López, los haya curado creyendo ser Sigmund Freud.
«Se han grevegtido las dinámicas insintivas de sus mentes, hemos sagado a la lus los agentes psicohistéricos, los tgaumas y lo malo que tenían en la gabesa», ha declarado Dios-López, imitando los problemas de dicción que sufrió Sigmund Freud y señalando, como acostumbra a hacer, un ejemplar del «Diario de León» del pasado mes de diciembre al que insiste en llamar «la biblia del psiquismo».
Han recibido el alta y se les ha retirado el embudo de la cabeza
Aunque admite que Isaías Dios-López es «la última persona a la que convendría encargar una tarea de responsabilidad porque no está en sus cabales», el director del centro asegura que no tiene más opción que rendirse ante las evidencias.
«Los ha curado hablando mucho con ellos durante las pausas para el cigarrillo. Ha sido un trabajo de dos años al que nadie daba la más mínima importancia, pero resulta que ha sonado la flauta», sentencia.
«Yo antes actuaba como si tuviera enfrente a Yoko Ono. Hiciera lo que hiciera, esta mujer estaba allí, intimidándome, intentando hacer arte de mí. No es agradable y espero no volver a verla nunca más», confiesa uno de los internos que ha recibido el alta esta misma mañana.
«Que igual me ha curado Isaías o igual ha sido ella misma la que se ha ido porque tiene asuntos fuera. Yo prefiero no pensar mucho en ello. Simplemente, ya no tengo que rendir cuentas ante Yoko Ono y eso es un alivio», explica justo antes de quitarse de encima de la cabeza el embudo oficial del centro.
Otro de los agraciados, Juan Francisco Latorre «Y mil apellidos más», como se hacía llamar hasta hoy, describe al falso Freud como «un loco hijo de puta, pero muy buena persona», y confirma la seriedad con la que todos se tomaban sus terapias.
«Al final descubrimos que yo aún no había matado al padre. Ya es curioso que, después de haber intentado matar a más de cincuenta personas en menos de seis años, no se me hubiese ocurrido matar al padre. De tan cerca que lo tienes, ni se te pasa por la cabeza», argumenta.
También Lucía Barrientos ha decidido interrumpir la elaboración de su lista de pequeñas cosas de la vida, consistente en una libreta mugrienta en la que pegaba con celo objetos de muy diversa índole. «Ahora quiero integrarme en la sociedad como una persona sana, en el paro, buscando trabajo a mis cincuenta años. No veo el momento de empezar a disfrutar de todo esto», confiesa.
Los esfuerzos de los terapeutas se centran ahora en analizar las pautas que sigue Isaías Dios-López y aprender sus técnicas. «El problema de Isaías es que cambia a menudo de personaje. Estas últimas dos semanas se ha empezado a obsesionar bastante con un actor secundario negro que salía en no sé qué película americana, y de vez en cuando repite la frase ‘No lo sé, señor, creo que ha huido por allí’. Si esa nueva identidad se consolida y desplaza a la de Sigmund Freud, no podremos hacer nada», declara el director del sanatorio.
El propio Isaías, sin embargo, se muestra confiado: «Estoy cada ves mejog. Loco aún por cgeerme Sigmund Fgeud, pego me lo estoy tgatando. ¿Cuándo me dagé el alta? No lo sé, señor, creo que ha huido por allí», ha sentenciado.