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Un granjero sorprende a dos de sus cerdos «haciéndolo»

AHORA LOS VIGILA DE CERCA PARA QUE NO VUELVAN A LAS ANDADAS

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Manuel Trashorras se levantó el pasado lunes a las cinco de la mañana y se dirigió, como cada día, a la nave industrial en la que guarda a sus cerdos. No podía imaginar la escena que se encontraría allí al abrir la puerta: dos de sus cerdos estaban «haciéndolo» delante de toda la camada. Manuel fingió que no había visto nada y volvió al cabo de un rato, tras tomarse una tila. «No le comenté nada a mi mujer porque se llevaría un disgusto», explica. Según Trashorras, se notó el «elefante en la habitación» durante todo el día. «Yo tengo que sacarlos a pasear porque mis cerdos son ibéricos y se crían comiendo bellota en campo abierto. Y tengo que estar con ellos, y estás allí sin saber qué decir, sin mirar a los ojos a nadie. Nadie se atreve a sacar el tema. La tensión es palpable y a mí esto me genera mucho estrés «, explica.

Manuel y la pareja a la que sorprendió.
Según Manuel, cualquier cosa que se decía adquiría connotaciones «oscuras y sucias», como cuando dijo «¿Quién se va a comer esas bellotas?» y los cerdos se quedaron en silencio. «Siento que mi alma está sucia por aquello que vi, no se me olvidará en la vida. Yo solo quiero que todo vuelva a ser como antes. Y lo peor es que encima soy yo el que se siente mal y ellos están como si no pasara nada. Con el amor que les hemos dado», declara mientras se le humedecen los ojos.

«¡Delante de sus propios hijos! ¿Pero qué tipo de vida es esa? ¿Qué futuro espera a esos pequeños puercachones traumatizados de por vida?», grita entre lágrimas. Manuel no puede entender cómo esos dos cerdos, «que parecían tan normales y tan tranquilos», pueden haber sucumbido a ese tipo de comportamiento. «No esperaba ese tipo de conductas bajo mi techo. ¿Dónde han aprendido eso? No lo sé, quizá ha sido alguno de los vándalos que se cuelan en mi finca los fines de semana o quizá lo han visto en la tele. Lo que está claro es que de mí y de mi señora no lo han aprendido porque los achuchones nos los damos en la intimidad y en posturas más decentes que aquello que vi».

Hace dos días, en un esfuerzo por superar el bache, procuró mostrarse comprensivo y «moderno» y hablar de la situación abiertamente, para quitarle hierro. «Dije ‘Pues ayer hice el amor con mi mujer y estuvo muy bien, la muy puerca’ pero fue mucho peor y ahora me siento muy mal», explica. Luego intentó animarles a volver a «hacerlo» y les acarició los genitales «como si no pasara nada». Uno de los cerdos se mostró violento con Manuel y le mordió.

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