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Gala borra sus últimos poemas porque se los marcaba en rojo el Word

EL POETA SE DECLARA "HARTO DE DISCUTIR CON ESE CLIP QUE DICE COSAS"

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Antonio Gala ha revelado que sus últimas creaciones poéticas tardarán en salir a la luz porque se ha visto obligado a empezar de cero. «Verso que escribía, verso que me aparecía subrayado en rojo», explica el poeta refiriéndose a la corrección ortográfica de Microsoft Word, el software que utiliza el autor para elaborar sus textos.

«Me compré la última edición de la ‘Ortografía de la lengua española’ y actualicé el programa varias veces. Sin embargo, no se me permitían siquiera algunas licencias como ‘Flor de mi querer que estás On Fire’ y demás juegos con el idioma que me gusta practicar a veces», se lamenta el escritor. Aparte de las correcciones automáticas del sistema, Gala tuvo que sufrir los consejos de Clippo, el simpático asistente de Microsoft Office que, según declara el autor, «aparecía constantemente diciéndome cosas como ‘Parece que está escribiendo un poema gay’ o ‘Parece que está enamorado de alguien 30 años más joven’. En fin, cosas que no estoy dispuesto a aguantar». Ante tantas dificultades, el poeta valora la posibilidad de recuperar su vieja máquina de escribir.

Aunque numerosos colegas de profesión han asesorado a Antonio Gala y le han explicado cómo desactivar la corrección ortográfica automática, el poeta de Ciudad Real argumenta que «no quiero silenciar a quien señale problemas en mi obra por mucho que estemos hablando de un ordenador, o precisamente por ello. La computadora no siente envidia, no se somete a partidismos, no se regocija agrediendo con la palabra que es también puñal. Ordenador, tu fría certeza nos guía entre unos y ceros, nos señala la verdad con ojos huecos, ojos sin órbita, pixelizando la… mira, ya me lo señala, ya empieza a joder».

Antonio Gala no es el único autor español que ha tenido problemas con los correctores ortográficos. Hace un año, la editorial Anagrama envió al novelista Enrique Vila-Matas un lote con todos sus libros publicados. Se trataba de ejemplares con marcas en rojo que señalaban «errores gramaticales y ortográficos descubiertos a raíz de una revisión lingüística automatizada». Los editores pedían al autor que corrigiera todos estos errores al entender que hacerlo entraba dentro de sus obligaciones como escritor. «Me pedían que cambiara ‘Bartleby’ por ‘Palomeque’ u otro apellido español que admitiera el editor de textos. ‘Bartleby’ aparece en un relato de Melville, no es mi problema. Parecen gilipollas», protesta el escritor, que se negó a modificar sus obras.

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