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Se le pasa de moda el jersey en mitad de una conferencia

A LOS DIEZ MINUTOS YA ESTABA COMPLETAMENTE ANTICUADO

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Andrew Ballarín, empresario internacional, viajó ayer a Londres para asistir a un congreso sobre el futuro de la ingeniería química al que había sido invitado a dar una conferencia. En mitad de su parlamento, se percató de que el público había dejado de escucharle y se estaba dedicando a cuchichear. «Me di cuenta de que examinaban mi atuendo y luego decían cosas, criticaban. ¿Cómo iba yo a saber que mi jersey había pasado de moda justo a los diez minutos de empezar a hablar?», se lamenta Ballarín.

El ingeniero admite que la prenda había sido adquirida hace seis meses, tiempo suficiente para que una determinada estética sea suplantada por otras tendencias estilísticas. «Vale, ahora parece viejo, es verdad. Pero aquella misma mañana estaba la mar de bien ese jersey. El error fue no traer una muda de recambio», explica. Muchos compañeros de Andrew Ballarín consideran que un experto en nuevos polímeros no se puede permitir ese atraso en la indumentaria.

El ingeniero argumenta que la audiencia se centró en el jersey «porque no entendían ni la mitad de lo que estaba diciendo y necesitaban una excusa para sentirse superiores». Al ver que nadie atendía, el propio conferenciante interrumpió su discurso y preguntó si ocurría algo. Fue informado entonces del problema y trató de restarle importancia. «Les di la razón, yo mismo me di cuenta de que aquel jersey ya no tenía un pase y me lo quité. Pero cuando defendí que no era tan grave porque pegaba con fuerza la moda retro me saltaron a la yugular diciendo que no era verdad, que como mucho ahora se llevan los tejidos brillantes y el cuero negro, recuperando lo mejor del glam. Lo cual, por cierto, ni siquiera es cierto en estos momentos del día. Creo que ahora mismo se están llevando los pantalones de pitillo. Ya veremos esta tarde lo que pasa», declara Ballarín.

Andrew Ballarín admite que sus obligaciones profesionales no le permiten estar muy al tanto de la moda y reconoce que no se caracteriza precisamente por tener gusto a la hora de vestir. Pese a ello, insiste en que se exagera con la moda. «Estoy harto de que mi mujer me despierte en mitad de la noche para cambiarme el pijama. Por mucho que quede antiguo sólo lo vemos ella y yo. Hay que vivir, no se puede estar tan pendiente del qué dirán», afirma.

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