Hordás cree que la pérdida de la oreja era necesaria sobre todo para valorar la calidad asistencial de su aseguradora. «Me caduca el contrato en breve y antes de renovar con ellos quería saber si siguen respondiendo o no. No suelo tener problemas de salud y, realmente, no puedes estar seguro de que funcionan hasta que les necesitas de verdad», explica.
El balance del experimento es, según él, «bastante positivo» pese a que no se le ha podido coser la oreja porque el corte no era limpio. «Da igual, llevo siempre el pelo largo», sentencia el afectado, que se siente honrado también de parecerse «al pavo de los girasoles».