Fue la misma dependienta del establecimiento la que alertó a los agentes. «Es un tipo muy nervioso y siempre busca tonos de pintalabios bastante sospechosos: color sangre, color entrañas, violeta moratón… Yo sólo puedo ofrecerle rojo pasión o rojo glamour, pero cuando le recomiendo colores con esos nombres tan femininos se enfada e insiste en que no es ningún transexual» comenta la vendedora.
Esta última apreciación es, según la Policía, una pista clarísima. En su último asesinato, el criminal dejó escrita en una ventana la siguiente justificación: «No tengo problemas de identidad de género, es que aquí un bolígrafo normal no pinta. Y lo de las mollejas es por crueldad, no porque me guste cocinar, cuidao«.
El plan de los agentes es esperar a que el asesino se disponga a reponer su surtido de pintalabios. «Según la dependienta, compró 5 barras la última vez. Eso le dará para unas 30 o 40 amenazas. Llevaremos la cuenta y, cuando vuelva a la droguería, le detendremos» explica el agente Olmedillos, encargado del caso.
De momento, el asesino ha dejado de ser conocido como «el carnicero de Madrid» para ser conocido como «el asesino de los labios carnosos».