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El Gobierno destina 90 mil euros a arrancar chicles de los escaños del Congreso

SE INTENTARÁ CONSERVAR EL CHICLE QUE ESCUPIÓ SANTIAGO CARRILLO EN EL 23-F

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El Gobierno ha emitido esta mañana un comunicado en el que anuncia «acciones contundentes para reforzar las instituciones democráticas». El Congreso de los Diputados, concretamente, será sometido «a un exhaustivo lavado de cara» que implicará no sólo la instalación de ventanas insonorizadas, un router Wifi y dos canastas, sino también la creación de una comisión que supervisará la retirada de los chicles que, con los años, los diputados han ido pegando en sus respectivos escaños. Esta última tarea supondrá una inversión de 90 mil euros que se justifica, según reza el comunicado del Ejecutivo, «por la necesidad de mantener en perfecto estado de revista una de las claves de la democracia española, y más aún en tiempos de inestabilidad». Un estudio preliminar ha concluido que existen unos 1300 chicles adheridos a los escaños del Congreso, la mayor parte de los cuales se acumulan por capas «que reflejan de algún modo la Historia de España desde la Transición». Por eso mismo, los chicles serán arrancados con sumo cuidado y luego se clasificarán sin descartar una futura exposición conmemorativa.

«El reto es localizar el chicle que escupió Santiago Carrillo cuando Tejero irrumpió en el Congreso en 1981», apunta el comunicado. Pese a todo, el afán conmemorativo es sólo un elemento colateral puesto que la voluntad es, precisamente, modernizar el Congreso y dejar los escaños limpios para que los diputados puedan «imprimir su rastro en ellos sin que les determine el peso de la tradición».

La portavoz del Partido Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, ha declarado que «hay otras prioridades que hubieran merecido en mayor medida esta inyección de dinero», refiriéndose a algunas mesas del edificio del Congreso «que bailan y generalmente tienen que ser calzadas por los propios diputados con varios billetes de 50 euros o con lo que tengan a mano». Centrarse en los chicles es, según Sáenz de Santamaría, «una frivolidad que, además, podría haberse encargado a profesionales con presupuestos menos elevados. En mi casa tengo a una chica de Filipinas que podría haberlo hecho con la ayuda de unas cuantas amigas. Pero claro, como no preguntan, se acaba recurriendo a lo más caro».

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