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Un piscolabis provoca una epidemia de remordimientos en una oficina

Una empleada ha traído demasiados canapés

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Como es costumbre, Cristina destapó las bandejas de canapés y pastas por la mañana y las puso cerca de la fotocopiadora. «Nada, es un ‘pica-pica’, por mi cumpleaños», iba diciendo. Muchos de sus compañeros se fueron acercando a las bandejas mientras exclamaban «No debería», «Esto va directo a las cartucheras» o «Cristina, tú lo que quieres es ponernos como cochinos». Aunque eran aparentemente jocosos, dichos comentarios evidenciaban un estado interior atormentado.

Una vez terminadas las pastitas, empezó a aflorar un sentimiento generalizado de culpabilidad, afectando el buen ánimo de la oficina. «Cada semana hay un sarao. Cuando no hay caramelos hay canapés y, si no, alguien trae un bizcocho casero. El caso es que tienes que luchar contra la tentación día sí, día también», se queja una empleada. «Pero hoy Cristina ha traído tantísimas cosas que nos sentimos fatal, y muy gordos». No en vano, el Instituto Nacional de Estadística ha publicado un informe que certifica que 6 de cada 10 oficinistas españoles siguen algún tipo de dieta de adelgazamiento. La cifra se dobla en el caso de las mujeres.

Numerosos trabajadores han planteado la posibilidad de saltarse la hora de la comida para no seguir desafiando a sus estómagos y, sobre todo, para limpiar sus conciencias, aunque la mayoría se ha sentido mejor tras pedir sacarina con el café.

Por la tarde, varias administrativas han estado levantando paquetes de papel como si fueran pesas mientras hacían su trabajo. Una de ellas, incluso, se ha fabricado una bola gástrica usando varios rotuladores fluorescentes. En el departamento de contabilidad podían verse cientos de post-its con mensajes humillantes como «Estás gordo», «Oink, oink, oink» o «Tu culo es el activo de más peso en esta empresa». Han sido los propios empleados quienes los han colgado para escarmentarse a sí mismos.

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