«Empezamos a ver que cada vez perfilaba menos las cosas», explica un portavoz de la casa de subastas Sotheby’s. «Nos llegaban cuadros que aún tenían restos de lápiz o retratos muy bien pintados pero con un cuerpo hecho con cuatro palotes. Y al final ha acabado derivando hacia lo abstracto. Era sólo cuestión de tiempo, como cuando a Picasso le dio demasiada pereza levantarse a por otros colores y se pasó años pintando en azul».
Paradójicamente, la obra de Merk no sólo no ha dejado de venderse sino que se ha revalorizado gracias al apoyo de los críticos, que encuentran mucho más fácil comentar sus cuadros. «En los últimos años, su trayectoria marca un exquisito giro hacia el informalismo, la vagancia, la dejadez y, en general, el hastío tanto por la pintura como por cualquier tipo de trabajo físico. Sus desganados brochazos son el reflejo de la decadencia occidental y proponen una profunda reflexión sobre el objeto artístico y sobre el ser humano», expone un redactor de la revista «Lápiz» que suele usar frases preconfiguradas para redactar sus artículos.