La opinión de la mayoría es que todo el mundo debe cooperar. Mientras algunos insisten en seguir utilizando el ascensor como si nada hubiera pasado para demostrar que no tienen miedo y que no sucumben a coacciones, otros están haciendo una colecta voluntaria para construir un nuevo elevador o, en su defecto, derribar la torre y trabajar en cualquier otro lugar. «Como en las cloacas», prosigue María.
Hace unos meses, en un pasillo del Ministerio de Defensa, un rebufo de Chanel número 5 impedía el paso por el mismo. Una patrulla de la Guardia Civil perfumada de Jean Paul Gaultier -para hombre- intentó recuperar el control del corredor para devolver la normalidad al edificio. El remedio, sin embargo, fue peor que la enfermedad y la ministra Carme Chacón estuvo valorando la posibilidad de cambiar de edificio o permitir a los funcionarios holgazanear desde sus casas sin tener que hacerlo en las instalaciones del Ministerio.