El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, declaró ayer jueves que la intención del Ejecutivo es «hacer efectiva en breve la retirada de crucifijos y otros símbolos religiosos en locales donde se practique la prostitución». La medida fue interpretada como una provocación por parte de la Iglesia y el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, aseguró que «el Gobierno pretende marginar la religión y apartarla por la fuerza de la sociedad. Retirar los crucifijos de aquellos lugares en los que Cristo hace más falta es como prohibir la entrada de ambulancias en los hospitales».
La decisión del Gobierno tampoco ha gustado al sector de la prostitución. «Saber que Cristo está conmigo cuando pago a una mujer para que me haga el amor me da seguridad. Inconscientemente piensas: ‘Si él no dice nada, adelante que está todo bien'», confiesa un cliente habitual de una whiskería madrileña. El obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, ha animado «a los pervertidos con espíritu a protestar, si es necesario, encadenándose a una puta».
«En algunas ocasiones el crucifijo forma parte de nuestro material de trabajo», explica el responsable de un prostíbulo de Coslada. «No es de recibo que el Gobierno se inmiscuya en nuestros negocios tomando decisiones sobre nuestro instrumental».
En opinión del vicesecretario general de Comunicación del PP, Esteban González Pons, «Zapatero demuestra otra vez su hipocresía porque en la habitación de sus propias hijas sí permite la exhibición de crucifijos y símbolos satánicos».