Hubo momentos de mucha tensión, según reconoce Morrell: «Al ver al gato allí todos gritamos, fue inevitable. Pero entonces el animal, en vez de moverse, sacó las uñas porque se asustó y eso nos sumió en un estado de ansiedad tan fuerte que nos paralizamos. Nadie podía articular palabra pero todos teníamos en mente la posibilidad de que aquel gato fuera árabe».
Finalmente, uno de los presentes tuvo el acierto de desenvolver un bocata de atún, que atrajo inmediatamente la atención del gato. «Cuando salió de allí nos lanzamos todos encima de los papeles para protegerlos con nuestra propia vida si era necesario. Ahora están en un lugar seguro y el gato está controlado mediante un sistema complejo de bocatas de atún que unos compañeros han diseñado sobre la marcha. Quizá no podemos evitar que se siente, pero sí podemos hacer que se mantenga lejos de los papeles importantes. El riesgo para la población es ahora mínimo», insiste Geoff Morrell.