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Sustituyen a los psicólogos por ositos de peluche

PELIGRA EL FUTURO DE LA PROFESIÓN

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El controvertido psicólogo Fernando Bríos empezó a sentar a sus pacientes junto a un osito de peluche escondiéndose él en la habitación de al lado para tomar notas. Descubrió que sus clientes eran mucho más comunicativos con el osito que con él. Ahora el problema es que otros psicólogos están imitando este modelo y ya son pocos los que se molestan en escuchar y apuntar lo que dicen los pacientes. Mientras el peluche trabaja, ellos pasan las horas bebiendo en los bares.

Bríos, inventor de la idea, está encantado con que su modelo se extienda entre otros terapeutas, pues todos quieren comprarle peluches como el suyo. En una entrevista ofrecida esta mañana, ha explicado algunas de las claves de la nueva metodología.

Pregunta. ¿Cómo se sienten los psicólogos al ser sustituidos por objetos?

Respuesta. Pues se sienten muy bien. Es que no estamos hablando de ositos de peluche del montón. Son ositos de peluche homologados. Los ositos que yo vendo inspiran confianza, con su corbata, sus gafas y su libretita en la mano, como si fueran a escribir algo en cualquier momento. Hay un trabajo de investigación detrás. Una muñeca Nancy no podría practicar esta profesión, por ejemplo.

P. ¿Por qué?

R. Las Nancy son muy superficiales. ¿Qué saben ellas del alma humana? No inspiran confianza. Créame, no he escogido el osito porque fuera lo primero que tenía a mano o porque se lo quitara a mi hija. A un oso puedes abrazarte psicológicamente.

P. ¿Cómo está modificando la profesión este método?

R. Ahora un sólo psicólogo puede atender a muchas personas a la vez. Lo único que tiene que hacer es reunir a los pacientes en las consultas para que empiecen a contar sus mierdas, con perdón, a los osos. Salvo honrosas excepciones, los enfermos apenas notan la diferencia. Sólo piden ser escuchados y eso el oso lo hace a la perfección. Sólo hay algún que otro caso de intolerancia al oso.

P. ¿Como cuál?

R. Uno de mis pacientes, ex ludópata, empezó a disparar a los diplomas de mi pared con una escopeta de perdigones pensando que así podría llevarse el oso a casa como premio.

El diván se vende por separado.

P. Muchos creen que su nueva metodología demuestra, de una vez, que la psicoterapia apenas sirve para nada.

R. No entiendo por qué lo dicen.

P. El hecho de que sin tratamiento no haya empeorado ningún paciente quizá es porque con el psicólogo de verdad tampoco habrían mejorado.

R. El caso es que no han empeorado pero sí se van liberados a casa. Y lo mejor es que ahora algunos se atreven a abrazar a su terapeuta mientras que antes, con un psicólogo de verdad, no eran capaces. Por eso insisto en la importancia de que los osos sean homologados como el modelo que yo fabrico artesanalmente, pues algún psicólogo podría verse tentado de utilizar un oso comprado en los chinos. Hacer eso podría tener consecuencias nefastas para el paciente. ¿Qué nos asegura que esos osos serán capaces de tratar adecuadamente un trastorno obsesivo? Los osos baratos los fabrican en China y allí las universidades no son como las de aquí, se lo aseguro.

P. Pero en sus osos también hay una etiqueta que pone «Made in China». De hecho parecen osos normales con gafas, una corbata barata y una libreta grapada en la mano. Y los cobra a un precio desorbitado.

R. Mire, podría defenderme yo mismo de estas acusaciones. Pero precisamente he venido con uno de mis osos y dejaré que sea él quien escuche sus críticas. Se lo dejo aquí mismo, encima de la silla. Usted vaya hablando, que él se queda con todo.

Frases pregrabadas.

El osito incluye algunas frases pregrabadas que se activan aleatoriamente en caso de que el paciente se calle durante más de 30 segundos:

– ¿Ha vuelto a tener aquel sueño tan recurrente sobre su prima?

– Hábleme de su madre. O de su padre. O de su padre y de su madre haciéndolo. Le veo turbado, ¿le molestan mis preguntas sobre este tema?

– Su hora de terapia ha terminado. Hasta la semana que viene. Si no sale de la consulta estallaré en 10 segundos.

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