Esta mañana, en las oficinas madrileñas de la multinacional Jenkins & Co, un subdirector ha pisado sin querer a una trabajadora y ésta, sorprendida, se ha apresurado a decir «perdón», aún siendo ella la persona pisada. El jefe, sin darle mayor importancia al accidente, dicho «no te preocupes», sonriendo.
Tras el incidente, Cristina, la chica a la que su jefe pisó, pasó toda la mañana sollozando y trató de no mirar a los ojos de sus compañeros. «Me salió de dentro lo de ‘perdón, perdón’. Como si lo hubiera pisado yo, ya sabes», admite. «No es que piense que he hecho algo malo. Aunque es evidente que a mis compañeros les ha parecido raro y quizá deba disculparme ante ellos también».
«La actitud de Cristina nos va a traer problemas», opina una compañera. «Si nos mostramos pusilánimes ante los de arriba, no dudarán en pisarnos sin reparos ya sea literalmente como esta mañana o en sentido figurado, dejándonos sin vacaciones o lo que se les ocurra. Ahora es el momento de demostrar que el gesto de Cristina no nos representa. Que los demás no somos así».
«Me llega a pasar a mí, y vamos, es que le digo de todo menos bonito. ¿Qué se ha creído? Cristina porque es muy así, pero a mí esto no me lo hacen y se van de rositas», dice la típica chica de la oficina que comentando es muy valiente pero que luego delante del jefe es solícita y complaciente.
Cristina asegura que no alcanza a comprender el revuelo generado por lo que, según ella, ha sido un «acto reflejo» que ha impregnado tontamente la oficina de un ambiente de preguerra.
