Cuando a Antonio se le diagnosticó un cáncer pasivo de pulmón, insistió para que su compañero Sergio se tratara pero nunca fue tomado en serio. «Decidió entonces someterse a quimioterapia pasiva. Se iba al hospital cada tarde a ver cómo se trataban otros enfermos con la esperanza de que sirviera para algo», explica la mujer de Antonio. La terapia pasiva sirvió de poco porque Sergio Saiz, lejos de dejar de fumar, se abandonó a la nicotina «porque el otro me ponía de los nervios con sus monsergas».
La esposa del fallecido asegura que «mi marido no tenía que haber muerto porque era vegetariano, hacía mucho deporte y no había tocado un cigarro en su vida. Pero tuvo la mala suerte de toparse con un fumador sin escrúpulos que le llenó los pulmones de humo». Pese a todo, agradece que muriera sin sufrir «porque es lo único bueno que tienen las muertes pasivas».