Un hombre subsahariano de unos treinta y cinco años apareció anteayer en una playa de Fuerteventura con varios cayucos. Interrogado por la Guadia Civil, afirmó que no faltaba nadie a bordo ya que viajaba solo. “Me gusta viajar solo, ves las cosas de otra manera”, aseguró. El hombre, que se encontraba “un poco cansado, dadas las circunstancias”, fue atendido en una clínica de la Cruz Roja, donde se pudo afeitar y más tarde donó sangre.
Según fuentes de la Guardia Civil, el indocumentado salió solo de Mauritania dos semanas antes en un cayuco con lo puesto, provisiones, un libro de José Saramago, una pipa, tabaco y las gafas de leer. Por el camino se encontró con otra embarcación. “No había nadie, así que me la quedé”, declaró. Luego se fue encontrando algunos cayucos más, que piensa vender “para proseguir el viaje”.
Efectivamente, la Ley de Hallazgos dispone que los buques y aeronaves abandonados en la mar no tienen dueño, según lo cual el subsahariano es el legal propietario de los cayucos encontrados.
Según parece, su intención no es quedarse en la isla canaria, sino vender las canoas y seguir navegando hasta Portugal, donde intentará trabajar en la hostelería hasta finales de septiembre, para después ir a Irlanda a pasar el invierno. “Tengo trabajo en el pub de un primo mio”. Allí pretende conseguir la nacionalidad europea “y comprar otro libro, que este es una mierda”, según su opinión.
Este subsahariano de espíritu inquieto ha descubierto que “esto de navegar me gusta; estar solo con el mar, el cielo y toda la polla”. Su ilusión es asistir en 2012 al encuentro de embarcaciones tradicionales de Brest, en la Bretaña.