Fiel encarnación del mito de Tarzán, del Cándido de Voltaire o de Mowgly de «El libro de la selva», vive ajeno a su condición de referente cultural y poco se sabe de su vida salvo que fue amamantado por ardillas salvajes.
«Han intentado engatusarle muchas veces para que se integrara en la civilización. Se dice que los mormones le visitaban a menudo y que Walt Disney quiso montar un parque de atracciones allí donde vive. Se creen que es tonto pero no lo es. Bueno sí, pero de tonto nada» explica Richard Remming.
Para celebrar el cumpleaños del buen salvaje, Howard Schultz, dueño de Starbucks, ha querido prepararle un lote con café y bollería que una avioneta se encargará de dejar en medio de la selva. «Schultz es gilipollas. Con un paquete lleno de granos de café no hará nada salvo chuparlos y ponerse como una moto. Schultz demuestra día a día que es imbécil y se lo recuerda a todo el mundo cada vez que uno de sus empleados pretende escribir el nombre de un cliente en un vaso de plástico que quema como un jodido demonio» se queja Remming. «Lo bueno del buen salvaje no es que viva en libertad, sino que pasa completamente de esos subnormales con traje y corbata», insiste el antropólogo.