El entusiasmo de Bibiana Creixell no es compartido por sus familiares aunque respetan su decisión y, de hecho, el coste de la operación fue asumido por su marido a modo de regalo de aniversario. «Aún no sabe usar el bastón y comiendo espaguetis es todo un espectáculo, porque claro, no ve muy bien. De hecho no ve nada en absoluto. Yo pensaba que vería las cosas como si mirara a través de un caleidoscopio, pero se ve que ni siquiera eso. Pese a todo se la ve más segura de sí misma. Está reluciente. Se la ve feliz y con eso me basta», dice su esposo. «Ella siempre ha sentido que la gente no se la tomaba en serio, era insegura y no aguantaba las miradas. Ahora no hay quien le tosa. Lástima que, entre los ojos de avispa y la piel encurtida que tiene por las cremas que usa, ahora parezca una especie de Robocop diseñado por Lladró. Pero en fin, ella está feliz y yo no sabía qué regalarle tampoco».
Las piezas que Bibiana Creixell se ha implantado son de la serie «Ojos Swarovski» y cuestan casi 50 euros la unidad.