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«Me gusta cantar con el pene fuera»

Los almuerzos de EMT

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Marcial Caspero charla animadamente con el camarero en una de las terrazas de La Cervecería Alemana, en la madrileña plaza de Santa Ana, donde hemos quedado. Se presenta y presenta a su guitarra, Natascha. Tiene cuarenta y tres años y se dedica a la música desde los veinte. «Mis padres escuchaban a los músicos de la Nova Cançó: Serrat, Raimon, Lluís Llach… y siempre supe que quería hacer lo mismo que ellos: escribir canciones y buscar la paz entre los pueblos. Y lo de dejar mi pene colgando fuera de la bragueta durante mis actuaciones, bueno, es que yo no entiendo la música de otra manera, no sé los demás».
Encuentro a Marcial Caspero charlando animadamente con el camarero en una de las terrazas de La Cervecería Alemana, en la madrileña plaza de Santa Ana, donde hemos quedado. No es un cantautor mediático, por lo que lo reconozco sólo por la funda de su inseparable instrumento. Se presenta y presenta a su guitarra, Natascha. Luego la conversación empieza a fluir. Tiene cuarenta y tres años y se dedica a la música desde los veinte. «Mis padres escuchaban a los músicos de la Nova Cançó: Serrat, Raimon, Lluís Llach… y siempre supe que quería hacer lo mismo que ellos: escribir canciones y buscar la paz entre los pueblos. Y lo de dejar mi pene colgando fuera de la bragueta durante mis actuaciones, bueno, es que yo no entiendo la música de otra manera, no sé los demás».

Para comer pide un frankfurt. Y yo pido otro. Se lo come con tanta calma como pasión. Y así es él, tranquilo y relajado, pero cuando habla de su trabajo lo hace desde la máxima entrega y con una seriedad que sorprende para ser alguien que canta con el sexo al aire. Ahora está enfrascado en la preparación de un nuevo trabajo con canciones basadas en cuadros de Salvador Dalí. «Todo el mundo ha cantado a los poetas, lo que está muy bien, pero todos los demás artistas están huérfanos de música». Sobre todo pretende ser fiel a la obra, pero el título de uno de los temas -«Una mujer tumbada sobre unas piedras que flotan al lado de unos tigres que salen de un pescado que sale a su vez de una granada con un elefante de patas largas al fondo»- indica que ha confundido fidelidad y respeto con literalidad. El disco se titulará «Relojes blandos probablemente hechos de plastilina».

En los tiempos que corren, la pregunta sobre la piratería es obligada siempre que un periodista se encuentra con un músico. «A mí no me afecta demasiado. Mi fuerte siempre han sido los directos. Hay gente que graba mis conciertos y los sube en Mp3 a la Red. Si me molesta es porque mi música pierde gran parte de su sentido si no puedes mirarme a la bragueta y ver cómo mi herramienta se balancea con parsimonia con cada rasgueo de guitarra». Hasta hace poco, al final de los conciertos, sus seguidores siempre le pedían que tocara un solo de batería con el pene. Pero ya no lo hace porque su urólogo se lo ha desaconsejado. «Sabina ha dejado las drogas y yo he dejado de aporrear tambores con el pene, qué le vamos a hacer». Y se ríe.

«Esta sociedad está flácida de valores. Y si uno tiene que usar la música para empinar conciencias, pues se hace. No puedo quedarme callado ante según qué cosas», dice mientras recoge con la lengua el ketchup que sale por los bordes del bocadillo. Y es que en tanto que cantautor, entiende que su música está al servicio de la sociedad. «Mi guitarra y mi pene son herramientas de futuro. Ahora quiero cantar encima del muro de Israel. Yo y mi pene, por la paz entre palestinos e israelíes. Se me eriza el vello sólo de pensarlo», explica.

Pese a la alegría con la que habla de su trabajo y sus futuros proyectos, lo cierto es que el nombre de Marcial Caspero no es tan conocido como merecería. Y todo, simplemente, «porque la sociedad no acepta el desnudo igual que no acepta que la clase obrera pueda optar a según qué cosas». Ha sido detenido por escándalo público o actitudes inmorales tantas veces que ya ni se acuerda: «Excepto en los países nórdicos, no porque sean más liberales, sino porque siempre hace mucho frío y mi estilo pasa más inadvertido, no sé si me explico».

Lo que más le duele a Marcial es que sea en su país, en España, donde se le han cerrado más puertas. «Ya no puedo tocar ni en el Metro, la gente empieza a chillar y a taparles la cara a los niños. ¿Así pretenden que sus hijos aprendan a luchar contra los poderosos y el yugo del fascismo?». Está tan apenado por el rechazo y el olvido al que ha sido condenado que «sólo puedo pensar en tocar, tocar y tocar». Dicho y hecho, da el último mordisco al frankfurt, coge la guitarra, se abre la bragueta, extrae no sin esfuerzo un pene que haría enrojecer al cocinero del restaurente y se pierde entre las mesas de la plaza de Santa Ana. Puedo ver cómo las lágrimas resbalan por sus mejillas mientras se aleja y, a su paso, la gente le gira la cara a él, a su música, y a su pene.

Cervercería Alemana

– Tres tintos de verano.
– Patatas fritas.
– Dos frankfurts.

Total: 17€.

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