Miembros del servicio de seguridad de la Casa Real belga ocuparon el palco para separar al matrimonio, pero en un primer momento les resultó totalmente imposible. Un factor que agravó la situación es que, habiendo quedado suspendida la función, el público tomó enseguida partido por uno u otro cónyuge. “Métele, Paola, métele”, “vigila el gancho” o “reviéntale los huevos” fueron gritos de ánimo que se escucharon insistentemente, enervando a los contendientes que, ante la impotencia de los agentes de seguridad, se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo.
Finalmente, un certero golpe de extintor contra la mandíbula regia permitió a la reina poner fin a la discusión con autoridad, sentándose de nuevo para descansar, esta vez con todo el derecho, su brazo sobre el reposabrazos. La función continuó entonces y a su final la reina fue trasladada al hospital de Saint Denis, donde le fue cosida la oreja que los cirujanos encontraron entre los maltrechos dientes de Alberto II.
A las doce de la noche, la Casa Real difundía una nota de prensa en la que agradecía el apoyo recibido por uno u otro monarca y restaba importancia al altercado calificándolo de “entrañable riña doméstica”.