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Los muertos por la gripe A ya no cabrían en un bar

LA SOLUCIÓN PASARÍA POR AMPLIAR EL TAMAÑO DE ALGUNOS LOCALES

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El barman apenas tendría espacio para trabajar entre tanto féretro.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el virus H1N1 ha matado al menos a 337 personas y ha infectado a más de 79.000 en todo el mundo. «Esto implica que, si intentáramos reunir a los muertos en un bar, probablemente muchos se quedarían fuera incluso si los metiéramos uno encima de otro, apelotonados» asegura Gregory Hartl, portavoz de la institución. «Cuando saltó la alarma en México, lo primero que hicieron los expertos epidemiólogos fue preguntarse si las víctimas cabían o no cabían en un lugar de ocio de tamaño medio. Eso da una idea de la magnitud del problema. Ahora está claro que no caben y está claro que estamos ante una pandemia incompatible con los actuales locales de copas», insiste Hartl. La International Bartenders Association ha asegurado en un comunicado que «si la intención es forzarnos a ampliar el tamaño de los establecimientos sin ofrecer ayudas, no vamos a asumirlo aunque pesen sobre nuestras conciencias todas esas muertes».

Roberto Weber, uno de los primeros mexicanos que perdió a su esposa por culpa de la gripe A, no frecuenta demasiados locales de ocio porque hace poco que es viudo pero, aún así, afirma que «los bares podrían ser un poco más espaciosos a veces, especialmente porque son muchos los que encienden su cigarrito y el ambiente se caldea enseguida. Disponer de más espacio sería más agradable, eso es verdad. No es lo mismo que lo que ocurre en mi casa. Ahora en casa me sobra sitio y la cama me parece especialmente grande».

Aparte de ampliar las dimensiones de los establecimientos que sirven de referencia para medir el alcance de las epidemias, Arnold Monto, profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública, sugiere que «en vez de pensar en bares, que son pequeños, pensemos en estadios. Si imaginamos a los trescientos muertos en un estadio, nos parecerán cuatro gatos y hablar de pandemia sonará hasta ridículo. Para dominar la enfermedad hay que dominar el espacio. Así evitamos la alarma social y somos capaces de acotar las dimensiones del problema. Insisto: piensen en un estadio de fútbol y verán que en el fondo tampoco hay para tanto. No vamos a cambiar nuestras vidas y nuestros protocolos por el hecho de que unos cuantos tipos, que podrían montar una pequeña o mediana empresa pero que apenas se notarían en un concierto de U2, ya no estén entre nosotros».

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