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«Niños, ya podéis salir»

LOS ALMUERZOS DE EMT

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Antoni Jorba había escondido a sus hijos en un armario porque temía a Michael Jackson. «Leí que les hacía cosas a los niños. En aquel momento mi esposa estaba embarazada y decidimos que, si venían a este mundo, lo harían sin que ese señor pudiera hacerles nada». Aunque el rey del pop nunca pisó Matadepera, Antoni cree que ha valido la pena ser prudentes. Ahora el cantante ha muerto y los retoños de la familia Jorba descubren que hay una realidad ahí afuera.

«Niño, eso no es para comer» le grita Antoni a Paula, de apenas cuatro años. La niña se ha metido un centro de flores en la boca y no entiende la advertencia paterna. «Son como buenos salvajes, pero buenos al fin y al cabo» apunta Mari Carmen, la madre que ha cuidado y escolarizado a los niños acercándose al armario donde residían. «Es un armario grande, resistente, y lo llenamos de cosas bonitas», insiste. Ahora las criaturas están absortas viendo la tele por primera vez. Un artilugio que sigue sin gustar a los Jorba. «Es el restaurante que está más cerca de casa, pero tiene televisor. Es la única pega que tiene. Estamos tranquilos porque, si pasa algo, en dos segundos cubrimos a Paulita y a Jordi con un mantel y nos los llevamos al armario. Algo muy fuerte tendría que pasar, algo realmente espantoso, para que no nos diera tiempo. Vivimos en la acera de enfrente».

Entienden que, vista desde fuera, su actitud parezca exagerada. Pero contraatacan con cifras sobre maltrato infantil, raptos y pederastia. Y con Michael Jackson. «A mí de joven me gustaba. Cuando era negro. No sé qué le pasó, pero el mundo se volvió inhabitable para los niños. Por suerte ahora ya está. Todo ha terminado» sostiene Mari Carmen abrazándose fuertemente a su marido. Su hijo Jordi, entre tanto, ha mojado el pene en un bote de alioli ante la mirada atónita de los demás comensales. «¿Te escuece la cebollita? Pues así aprendes», le grita su padre.

El camarero del establecimiento, con expresión de hartazgo, se acerca al matrimonio y apunta a la posibilidad de que Jacko no haya muerto. «Dicen que es una excusa para evitar las deudas y los conciertos que tenía programados». Antoni y Mari Carmen se miran uno a otro horrorizados y luego me miran a mí esperando confirmación. «Eso dicen», añado, intentando quitarme de encima al pequeño Jordi, que con el pene aún danzando se ha agarrado a una de mis piernas. Finalmente son los Jorba quienes me liberan del niño, pues dan el ágape por concluido y se marchan apresuradamente, dispuestos a devolver a los retoños a la calidez de su armario.

Casa Arnaldo

– Fiduá con alioli.
– Croquetas de jamón.
– 5 Coca-Colas.

Total: 39 euros.

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