«La gente lo que busca es un diálogo sincero y abierto con la radio de fondo, punteando el discurso. Un debate auténtico que es difícil de encontrar en otros sectores como la peluquería, donde ahora hay mucho inmigrante. No es que tenga nada en contra, pero es que no hablan bien el idioma y, si ya es difícil decirles cómo quieres el pelo, imagínate intentar hablar de la problemática moral del capitalismo salvaje. Un horror» dice Paco Caro, un taxista que hace cola en el aeropuerto de El Prat. «Así que, aunque estoy de acuerdo en que el suplemento puede parecer algo caro, la gente seguirá cogiendo taxis. Y más ahora con los tiempos que corren, donde todo el mundo necesita una luz verde que le guíe».
Al contrario que en otras ciudades, en Barcelona los taxis se agrupan en tendencias y especializaciones ideológicas. «Cuando ganó Obama estuvimos todo el día enviando servicios que querían preguntar un montón de cosas. Algunos ni siquiera le decían al taxista donde querían ir, les daba igual» dice la teleoperadora de una de las cooperativas especializadas en política internacional. «Lo que está claro es que no podemos seguir diciendo a la gente lo que haríamos si fuéramos gobernantes por la cara. Nuestra cosmovisión tiene mucha enjundia. Y eso hay que pagarlo», insiste Caro.
Muchos usuarios consideran que el suplemento es abusivo, no tanto por el precio del mismo, como por el hecho de que se cobra al finalizar la carrera y muchas veces sin haber informado previamente de las condiciones. «El tipo empezó a hablar de la crisis económica de los estados postcomunistas relacionándola con su carencia de referentes políticos tras la desaparición del muro» dice un cliente. «Yo le iba dando la razón pero sin escuchar demasiado. Al llegar a mi destino me cobró el suplemento de cinco euros. Si lo llego a saber le hago callar o le pregunto algo que me interesara de verdad».