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Christian Lacroix se hace gitano

El modisto lleva su marca a la bancarrota

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La emblemática firma de alta costura francesa está a punto de entrar en la bancarrota financiera, víctima de una excentricidad de su creador. Nadie duda del talento de Lacroix (que ahora se hace llamar Cristian Lacruá) pero el modisto lleva unos meses comportándose de manera extraña. Ayer, finalmente, hizo saber a los accionistas de la empresa Falic -la compañía que compró su marca- que se va a unir a un grupo itinerante de rumanos. “Nos lo veíamos venir, siempre iba con una gallina a todas partes y hace dos semanas compró una furgoneta para irse a vender los vestidos por los mercadillos a unos precios que, definitivamente, no eran adecuados para la buena marcha de la empresa” explica Nicolas Topiol, directivo de la firma. Lacruá, ajeno a las críticas, dedica sus ratos libres a vender ajos y limones en las puertas de sus lujosas tiendas de París.

El «payo costuras», nombre que recibe Lacroix entre el colectivo de gitanos que lo ha acogido, ha asumido las costumbres calés en un tiempo récord. De hecho, algunos de sus paisanos lo ven como un futuro patriarca. «No es como esos gitanos ricos que van con ‘to’ el oro colgando y ‘cargaos’ de oropeles y coches grandes. Es rico y tiene ‘parné’ que no se le acaba, pero es humilde y no le importa remover cartones o ir a vigilar una obra si hace falta. Válgame Dios que el primo es un gitano de ley de los que ya no quedan» dice «la Moños», una corpulenta gitana de sesenta años.

«Le conocimos porque a mí se ‘mi’ antojó un peluco ‘di’ oro y fuimos a ‘pidirle’ un préstamo al payo costuras, pero que no lo conocíamos aún. Le vimos por la calle ‘to’ flamenco y con pinta de tener panoja. Y le dijimos ‘venga payo dame el peluco que mañana ‘ti’ lo devuelvo’, y yo pensé que tendría que ponerme ‘disagradable’. Pero el payo nos lo dio, nos invitó a comer y luego se vino a recoger cartones con nosotros. Y desde entonces es de los nuestros. Además ahora siempre hace él los trajes de las bodas”, comenta uno de sus amigos.

«El Cristian» no ha ofrecido demasiadas explicaciones sobre su decisión cuando los periodistas le han abordado a la salida de una de las tiendas, simplemente ha dicho que «lo gitano se lleva en la sangre» y que a él le ha «salido ahora la ‘vená'», pero que en el fondo ha sabido siempre que su lugar «no estaba en el capitalismo desalmado de la civilización occidental, sino en la libertad sin fronteras de un pueblo arcano». Luego ha sacado algunas de sus creaciones de una bolsa de plástico y ha empezado a venderlas a cincuenta euros la pieza. Al poco ha sido detenido por la policía por «venta ambulante y comerciar con productos falsificados». Finalmente, sólo ha sido multado por lo primero.

Lacruá ya ha anunciado a sus trabajadores que va a convertir sus tiendas de lujo de Nueva York, Las Vegas y Roma en iglesias evangélicas «‘pa’ que ‘to’ los primos puedan honrar al Cristo gitano».

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