«Los niños hoy en día están hechos unos animales y unos salvajes, así que me parece una solución coherente. Al principio pensamos en un sistema de adopción bilateral. Nos traes a tu hijo y te llevas un pingüino o una anaconda, pero no terminaba de funcionar» asegura Roger Florkin, director del Zoo de Barcelona. «Ahora estará más organizado porque los niños vienen unas horitas al día y luego se vuelven a casa después de aprender algo sobre la vida salvaje en cautividad, es una experiencia muy enriquecedora». Las criaturas también están encantadas con la idea: «a mí me gusta porque luego mis amigos me preguntan cosas y además puedo hacer los deberes desde la jaula y la gente me tira comida y golosinas gratis» dice Dani, que hará de león tres días a la semana hasta junio, pues siempre pasa el verano en el pueblo con sus abuelos.
El proyecto ha levantado cierta polémica y el Defensor del Menor, un señor mayor con bigote, no cree apropiado que el Zoo tenga a niños trabajando durante tantas horas al día. Desde el Zoo se defienden diciendo que los críos no trabajan porque no cobran. «Hace poco una visitante de un zoo alemán se lanzó a la fosa de los osos polares porque tenía calor. El resultado fue lamentable y su vida corrió serio peligro. Con los niños eso no pasará. Lo peor que pueden hacer es lanzar bolas de papel de plata, pues son alimentados con bocadillos de Nocilla» insiste Florkin. Los cuidadores del Zoo admiten además que ya han cogido cariño a los niños y que cuando van a llevarles la merienda algunos les comen de la mano e, incluso, les llaman por el nombre. «Es muy gratificante, esto no pasaba con los que había antes», dice uno de ellos emocionado.
Los animales que sobren serán llevados a zoos europeos con mejores instalaciones o liberados en Collserola, como ya se ha hecho con los felinos y los jabalíes norcoreanos.