«A mí me da igual, que pongan las fotos de gordos que quieran. Como si quieren poner culos con granos. Soy adulto y asumo las consecuencias. Vive y deja vivir». Así de tranquilo se muestra Juan, de 27 años, aunque reconoce que puede ser «algo molesto» convivir con una persona que consume este tipo de conservas. «Digamos que después de una lata de las grandes puedo fundir cucharas, pero vamos, que tampoco es para tanto si se ventila un poco».
Según el Instituto Nacional de Estadística, los consumidores de fabada son cada vez más jóvenes y se habla incluso de casos extremos: niños de cuatro años adictos a las legumbres en conserva, víctimas de un fenómeno que en los Estados Unidos se ha bautizado como «Baby Faber». «La desatención de sus padres podría ser la principal causa, pero en Internet proliferan foros y lugares de discusión donde los chavales se recomiendan unos a otros fabes con almejas, pote gallego… Llega el chulito de clase que dice que come fabada de lata y todos creen que parece muy sofisticado y empiezan a imitarlo. Pero el problema de base es lo bien aceptado que está socialmente, vamos a tener que cambiar eso» comenta la ministra Trinidad Jiménez.
Desde la Organización Mundial de la Salud recomiendan encarecidamente la inserción de fotografías, pues se ha demostrado que la impresión de los mensajes «Cómo te estás poniendo», «Quien primero lo huele, debajo del culo lo tiene» y «Comer engorda» no han tenido la suficiente efectividad. Se espera que con la inclusión de las fotografías se reduzca el consumo de fabada en un 2,3%.