Tras la desaparición de la frontera, los gobiernos de España y Portugal han iniciado intensos contactos diplomáticos para evitar el caos que ya empieza a asomar en las localidades colindantes. Cáceres, por ejemplo, está recibiendo a miles de portugueses desorientados que «pretenden tomar a todas las mujeres de la ciudad», según dicen algunos alarmados testimonios. También son muchos los gallegos que visitan Braga o Portalegre exigiendo alcaldes del Partido Popular e intentando establecer redes sólidas de narcotráfico, siguendo su arraigada tradición local.
José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho un llamamiento a la calma y ha prometido que la situación «volverá a la normalidad en breve». También ha asegurado que, tras la remodelación efectuada en el gobierno español, no tiene pensado hacer más cambios «por mucho que insistan los portugueses».