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Nos colamos en la casa de Donatello de Las Tortugas Ninja

LAS CASAS DE LOS FAMOSOS

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En una de las alcantarillas más selectas de Nueva York, en pleno centro de la Gran Manzana, Donatello disfruta de la guarida más “cool” que se pueda imaginar, a la altura de un guerrero aburguesado que no ha perdido su “punch”.

Nada más acercarnos a su enclave secreto comprobamos que el joven ninja ha cambiado los clásicos y rudimentarios peldaños metálicos que dan acceso al alcantarillado por una escalera de caracol de inspiración victoriana. “Un capricho de April, mi mujer”, reconoce abrazando a April O´nneil, reputada periodista del Canal 6 y esposa de Donatello desde hace tres años.

La alcantarilla, reconvertida ahora en el nido de amor de la pareja, conserva el espíritu de los lofts neoyorquinos, grandes espacios que dan esa sensación de amplitud y libertad que una tortuga que se enfrenta al crimen necesita para relajarse al llegar a casa. Muestra de ello es el perchero de madera de roble situado en el hall, donde Donatello cuelga su antifaz, sus rodilleras y el cinturón ninja nada más entrar.

“También queremos poner unos colgadores para mis bó, los palos con los que lucho contra Schredder y sus hombres” asegura Donatello, o Donny, como insiste en que le llamemos. “Siempre los deja por medio”, añade April dando un golpecito cariñoso en el caparazón de su esposo.

Aunque asegura que ha abandonado los años de locura adolescente, en la cocina, de aspecto sobrio y moderno, no podía faltar un gran horno donde cocinar pizzas, debilidad que Donatello conserva desde la época en la que vivía con el resto de tortugas ninja. Fueron sus propios compañeros quienes, al mudarse él a esta casa, le regalaron diversos utensilios de cocina. Leonardo, por ejemplo, les dio su espada ninja, ideal para cortar jamón en lonchas; Raphael, por su parte, le cedió dos de sus cuchillos, que ahora utiliza para trinchar pavo, y Michelangello le regaló sus nunchakus, “muy prácticos para ablandar el pulpo”, explica la pareja.

La habitación está situada cerca de una zona de desagües del alcantarillado. La pareja reconoce que el sonido de las aguas residuales cayendo les ayuda a dormir. Preside la estancia una gran cama de colchón viscoelástico efecto masaje: “Son muchos años peleando en las calles y al final el caparazón se te resiente”, explica Donatello. De momento no han habilitado ninguna habitación para los hijos, aunque, en palabras de la propia pareja, no descartan adoptar unos galápagos más adelante.

Como en la casa de cualquier reptil humanoide experto en artes marciales que se precie, no podía faltar el gimnasio, donde Donatello practica nuevos golpes y técnicas de autodefensa. Para ganar un pequeño sobresueldo, este también es el lugar donde Donatello da clases particulares de karate a los hijos de los vecinos. Pero lo más impresionante de este espacio es una falsa pared que, al activar una palanca, se abre, dejando al descubierto una gran sorpresa.

“Al principio era reacio a poner una habitación del pánico, pero claro, trabajando a tiempo completo contra Schredder y su imperio del mal te expones a ciertos riesgos”, asegura Donatello abrazando a su esposa, que le observa no sin cierta preocupación. Esta sala de seguridad secreta cuenta con una cama, varias estanterías con comida, en su mayoría pizzas envasadas, un pequeño horno eléctrico y un teléfono desde el que poder ponerse en contacto con la Policía. “O pedir más pizzas, en caso de que se nos acabasen”, aclara la ilustre tortuga.

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