Aurora Ferraz siempre quiso ser madre para presumir de sus hijos. Sin embargo, desde que dio a luz a su primer retoño apenas sale de casa porque odia cómo la gente mira a su pequeño. «Especialmente las señoras mayores: muchas lo ven como un señor de los de antes y le presentan sus respetos» se queja la madre, que se declara «hippie de toda la vida» y vive con vergüenza el hecho de que su bebé -que luce un bigote recortado fruto de una rara alteración cutánea- tenga «pinta de facha».
Además, por algún motivo que los médicos no se explican, la criatura no tarda en ponerse a berrear si ve a alguien de aspecto desaliñado, pelo largo o moreno de piel. «Tuve que despedir a la chica de la limpieza, que era sudamericana, porque no dejaba de vomitarle encima», explica Aurora. «Cuando sale Zapatero por televisión llora también. Aunque esto, tal y como van las cosas, tampoco creo que sea síntoma de nada. Un bebé de izquierdas lloraría igual».
Pese a que el niño tiene apenas cinco meses, Aurora Ferraz tiene ya muy asumido que su hijo será un votante del Partido Popular «o algo peor» en cuanto tenga la edad adecuada para votar. «Esto para mí es un disgusto muy grande, no sé si habrá salido al padre o qué. Digamos que yo he llevado un estilo de vida licencioso basado en el amor libre. Y no sé si Nicolás ha salido así porque me acosté con un falso progre o porque nació el 12 de octubre, día de la Hispanidad», argumenta.
Mi bebé no condenará el Franquismo jamás.
El hecho de no saber quién es el padre tampoco ayuda a esclarecer los motivos por los que el bebé parece un pequeño hombre de mediana edad indignado con el actual Gobierno. «Cuando crezca no me respetará por ser madre soltera. Es como criar a un miembro del Foro Español de la Familia pero sin familia. Todo serán problemas. Ojalá hubiera abortado».
El bebé, de mirada condescendiente, parece juzgar a todo el mundo pero vive ajeno al revuelo que provocan su aspecto y forma de ser. «La verdad es que es muy formalito, basta con poner Intereconomía o la Cope para que se quede frito», dice Aurora mientras tararea el himno del PP para tranquilizar al pequeño Nicolás. «Quizá mi hijo se convierta en el Hitler del futuro, ¿pero qué puedo hacer? Yo le quiero, lo malo es que le miro a los ojos y veo la derecha clavada en sus retinas».
