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«La calvicie anal tiene cura»

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Ricardo Camoiras, más conocido como «Ricky Pelanas», está decidido a lidiar con un problema que, según él, sufren en silencio millones de personas en el mundo. «Cuando el papel higiénico arrastra poco a poco tu virilidad hacia la profundidad de las cloacas, te sientes una mierda. Por suerte, aquellos que hasta ahora se miraban el trasero en el espejo del baño y lloraban en soledad, tienen un sitio al que acudir», explica Ricky. Ese sitio al que alude es su centro de estética anal, único en el mundo.

Nada más entrar en la clínica del entrevistado, situada en Reus (Tarragona), quedo impactado al ver el enorme retrato de unos traseros peludos que imita la estética de las serigrafías de Andy Warhol. La obra corona la sala de espera del local, en la que varios pacientes matan el tiempo leyendo ejemplares de las revistas «Men’s Health» y «Chewbacca».

Al cabo de unos cinco minutos irrumpe en escena Ricky Pelanas, pegado a su teléfono móvil. «Era un vulgar orificio de salida y lo hemos convertido en un trampolín por el que te gustaría resbalar» exclama a su interlocutor antes de colgar. Luego se quita sus guantes blancos de silicona y me tiende la mano amablemente. «Perdona la espera. He estado peleándome toda la mañana con un enredo y luego encima ha venido un paciente de urgencia con quemaduras de segundo grado. Ya sabes lo que dicen: restaurante mexicano, fuego por el ano» aclara justo antes de confesar que se muere de hambre.

Comemos en un local cercano a la clínica donde recibimos un trato exquisito. Luego Camoiras me confiesa que el maître fue uno de sus primeros clientes: «Tenía una clapas horribles en el ‘cucu’ y le trasplantamos pelo de la coronilla», afirma con orgullo. Mientras engulle unos espaguetis negros con gambas, repasa sus mayores proezas, entre las que se encuentra el caso de una conocida cantante de ópera a la que consiguió alisar la ingente cantidad de pelo rizado que circundaba su ano. «Se le clavaban los pelillos al juntar las piernas y eso hacía que perdiera la concentración. Ahora luce una larga cola de caballo y sólo viene de vez en cuando, cuando se le rompen las puntas», añade.

Sin embargo, no todo son éxitos y alegrías en la vida de Ricky. Desde hace un año, está inmerso en una cruenta lucha por la dignificación de su negocio. «Quisimos llevar a cabo una campaña publicitaria, como cualquier otro centro de estética, y nos la censuraron. Era el típico anuncio del antes y el después protagonizado por Manu Chao. Bueno, por sus rastas, más bien». Se lo censuraron porque se consideró que las imágenes agredían la sensibilidad. «Que te lo diga el mismo Gobierno que luego emite las agresivas campañas de tráfico es indignante. Y también es síntoma de que el vello del culo es un gran tabú en la sociedad» se lamenta Camoiras, que insiste en que invertirá «hasta el último pelo de mi ano» en su cruzada contra los prejuicios.

Antes de despedirse, el entrevistado me obsequia con una especie de rodillo de plástico. Se trata de un invento que él mismo diseñó y patentó. «Si ves que empiezan a caerte pelillos rizados del ano, pásate esto por toda la zona porque ayuda a prevenir la calvicie aumentando la circulación», exclama enfatizando sus palabras con gestos teatrales. El maître del restaurante me mira y levanta el pulgar: «Es un maestro, estás en buenas manos», me grita desde el mostrador.

Restaurante El celler del padrí.

– Espaguetis negros con gambas.
– Coulant de chocolate.
– Café.

Total: cortesía del maître.

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